Hoy, por fin, después de muchas ganas y poco dinero, he leído "El olvido que seremos" de Hector Abad Faciolince, uno de mis columnistas preferidos a quien si alguna vez veo no sería capaz de decirle nada por ese defecto mio de temerle hasta a mi sombra. Lo terminé al medio día y el resto de la tarde he caminado despacio como suelo hacer cuando los pensamientos parecen pesar en mi cabeza dificultandome los pasos. A su papá lo mataron y él, 2o años después, escribió un libro para que cuando él ya no estuviera y no pudiera recordar, su papá siguiera vivo entre sus hojas; yo, que me tropecé con ellas me sentí solidaria aunque no identificada, y ese columnista anónimo que es Faciolince, fue mientras duró la lectura, un amigo que nunca tuve ni tendré.
Lo que más me disgustó del libro fue que en realidad todo lo narrado alguna vez sucedió. Ese médico-profesor asesinado a los 65 años existió, vivió en Medellín y fue padre de 5 niñas y un niño, un niño que lo idolatraba y que un día, siendo ya un jóven, sacó del bosillo de la chaqueta de su papá muerto una nota ensangrentada con un poema de Borges que iniciaba "ya somos el olvido que seremos" y que era una resignación silenciosa de éste a morir asesinado por pensar y actuar de una forma diferente. Pero también me hizo dar de frente con la realidad de que la violencia en Colombia es algo cíclico y que las torturas, desapariciones e infiltraciones no son actos que se dan ahora como una "innovación" sino que se han dado siempre y si regresan es solo para mostrar como nos quedamos estancados en el odio y más que en el odio en la intolerancia y la prepotencia.
Si me preguntan si recomiendo el libro, les digo que sí sin tener que pensarlo pero les advierto que después de leerlo pueden llegar a sentir un dolor de patria en una parte del cuerpo que no sé dónde se encuentra y que tal vez alguno de ustedes, si se arriesga, podría llegar a llamarla Alma.